La bicicleta del panadero.
Juan Carlos Mestre.
Calambur Poesía, 131,
Juan Carlos Mestre.
Calambur Poesía, 131,
480 páginas.
PVP: 25,00 €
PVP: 25,00 €
Juan Carlos Mestre (Villafranca del
Bierzo, 1957) siempre ha reivindicado sus orígenes, nunca ha dejado de sentir
lo que “aún” es, el hijo de un panadero de Villafranca del Bierzo, hijo
a su vez de panadero, que además fue el primer Mestre que tuvo el "privilegio" de
poder estudiar, de ir a la Universidad. Por eso, al que con el tiempo se
convertirá en uno de los nombres esenciales de la poesía española contemporánea
no le queda más que aceptar con orgullo que no puede permitirse ser un “desclasado”.
Por eso, cuando hace unos meses se
extinguía la vida del panadero de Villafranca, no podía nacer más libro que La
bicicleta del panadero. Bicicleta como “metáfora de la realidad” de un hogar
representado por aquel instrumento que era la imagen misma de la utilidad. Pan
del que espera, del que esperanzado aguarda; y entre ambas realidades, el
poema, actuando como esa “bicicleta que ajena a la prisa de las competencias de
la velocidad mercantil del mundo, lleva el pan, palabras y utopía de alguna
necesaria memoria, a la casa de la conciencia”.
El esfuerzo que suponía hacer y llevar el
pan de casa en casa, aquella vida sacrificada
difícilmente podía combinarse con los libros. De hecho, como cuenta
el propio Mestre, en su casa no había ninguno y tuvo que aprender a leer, muy pronto, a
través de los prospectos de los medicamentos y de cualquier papel que caía en
sus manos. Pero, mientras iba accediendo con naturalidad a la obra de Rosalía de Castro o de su paisano Enrique Gil y Carrasco, huyendo de los rigores del invierno, del dolor y la melancolía, fue desarrollando en paralelo una “conciencia ética” de la
poesía que no le abandonaría jamás.
Y, así,
escuchar la voz del otro se convirtió para este discípulo aventajado de
Gamoneda en escuchar al débil, al derrotado, al sin voz. Nacía, pues, una
poesía que, asumiendo “la tradición desde la vanguardia” se convertía en acto
de desobediencia frente a la norma. Una poesía que ha dado al cabo de los años
frutos tan logrados como Antífona del otoño en el Valle del Bierzo (Premio
Adonáis, 1985), La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999), o La casa
roja, obra que le valió ser merecedor del Premio Nacional de Poesía en 2009, y
que ahora se vuelve más compleja, arriesgada, irreverente, y divertida que nunca
en este extenso volumen de casi 500 páginas, algo muy poco habitual tratándose
de un libro de poesía y que supone de entrada toda una declaración de
intenciones al encontrarse vinculadas sus reflexiones poéticas –como ha
manifestado el autor en alguna entrevista-
con la amplitud de "la mancha del delito".
Para este declarado “marxistalennonista”,
de "intimismo público y asambleario", que confía en que lo que se ha estado
gestando en las plazas meses atrás estalle “en las calles del futuro otoño contra
la felonía de los gobernantes”, no se puede hacer “poesía de conciencia”
–aunque no sepa definir muy bien qué significa esta etiqueta”- sin denunciar en
nuestros días realidades como la “impunidad de los mercados” o “el asesinato de
inocentes” que hace posible el actual sistema económico.
Por eso, a pesar de encontrarnos ante el
torrencial monólogo reflexivo de quien ha renunciado a
ejercer cualquier tipo de autoridad artística sobre los demás –de quien, por
otra parte, siempre ha recelado de las "clasificaciones y generaciones de
serrín en las arboledas líricas”-,
La bicicleta del panadero no puede desprenderse de su voluntad de llegar a ser un
libro generador de conciencia por medio de una poesía capaz de iluminar
aquellas zonas que han permanecido en las cunetas de la memoria.
Pocas veces un poemario puede, partiendo
“desde el confín de la derrota y la pérdida” –como señalan desde Calambur
quienes, asimismo, no dudan a la hora de expresar su confianza en “un libro que
será capital en la poesía española contemporánea y, más allá, en el futuro de
nuestro idioma”-, convertirse finalmente en semejante arma de insurrección
estética, en un poderoso acto de legítima defensa con el que este incómodo
testigo que es el poeta contribuye a construir con sus palabras la “casa de la
verdad” frente a aquellos que, practicando ese “nuevo fascismo del populismo
político”, llevan hasta sus últimas consecuencias los discursos de dominación.
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